24/6/05

No me arrepiento de nada

NO ME ARREPIENTO DE NADA
.
Desde la mujer que soy
a veces me da por contemplar
a aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas
desechado de virtudes
hacendosas buenas esposas
que deseara mi madre.
No sé por qué
toda mi vida me la he pasado rebelándome contra ellas
odio sus amenazas en mi cuerpo la culpa

que sus vidas impecables por extraño maleficio me inspiran;
me rebelo contra sus buenos oficios,

los llantos nocturnos debajo de la almohada a escondidas
del esposo el pudor de la desnudez bajo la planchada
y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de sus espejos;

levantan un dedo acusador y, a veces,
cedo a sus miradas de reproche y quisiera ganarme
la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la gioconda irreprochable,
sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades, mi familia,

mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción invisible

entre lo que debió haber sido y lo que es
he invertido numerosas batallas mortales,

batallas inútiles de ellas contra mí
-ellas contra mí que soy yo misma-
Con la "siquis adolorida" me despeino

transgrediendo los ancestrales programaciones
desgarrando a las mujeres internas que, desde la infancia,

me retuercen los ojos porque no quepo
en el molde perfecto de sus sueños
porque me atrevo a ser esta loca falible, tierna y vulnerable

que se enamora como puta triste de causas justas,
hombres hermosos y palabras juguetonas porque,
de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada
e hice el amor sobre escritorios en horas de oficina
y rompí lazos inviolables y me atreví a gozar el cuerpo sano
y sinuoso con el que los genes
de todos mis ancestros me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en los que me hundo;
en las mañanas cuando no más abrir los ojos
siento las lágrimas pujando,
a pesar de la felicidad
que he conquistado finalmente rompiendo los estratos

y capas de roca terciaria y cuaternaria,
veo a mis otras mujeres sentadas en el vestíbulo
mirándome con sus ojos dolidos y me culpo por la felicidad.
Irracionales niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí;
contra esta mujer hecha y derecha
plena esta mujer de pechos en pecho y anchas caderas
que, por mi madre y contra ella, me gusta ser.
(Gioconda Belli)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es fácil ahora decidir ser lo que nuestras madres o abuelas no pudieron, ¿dónde habrían llegado ellas en este tiempo?
Saluditos

Kostas K. dijo...

Al revés te digo para que lo entiendas: creo, y perdona, pero no has entendido el mensaje de Gioconda.