2/10/09

PROHIBIDO SENTIR

-¡Oh, figura femenina!. ¡Cuán gloriosa eres!

Hidegarda de Bingen –siglo doce- creía que la sangre que mancha es la sangre de la guerra, no la sangre de la menstruación, y abiertamente invitaba a celebrar la felicidad de haber nacido mujer.

Y en sus obras de medicina y ciencias naturales, únicas en la Europa de su tiempo, se había atrevido a reivindica el placer femenino en términos insólitos para su tiempo y su iglesia. con sabiduría sorprendente en una abadesa puritana, de muy estrictas costumbres, virgen entre las vírgenes, Hidegarda afirmó que el placer del amor que arde en la sangre es más sutil y profundo en la mujer que en el hombre:

-En la mujer, es comparable al sol y a su dulzura, que delicadamente calienta la tierra y la hace fértil.

Un siglo antes que Hidegarda, el célebre médico persa llamado Avicena había incluido en su canon una descripción más detallada del orgasmo femenino, a partir del momento en que los ojos de ella empiezan a enrojecer, su respiración se acelera y comienza a balbucear.

Como el placer era un asunto masculino, las traducciones europeas de la obra de Avicena suprimieron la página.


(Eduardo Galeano ESPEJOS, una historia casi universal,

Editorial Siglo XXI, 2008)