29/9/05

Embarrancados

Varada
mi nave pirata
en arenas
no desconocidas,
en playas con cantos
de cortantes aristas,
abriendo rechas
profundas
en su sólida quilla.

Ayer,
zarpamos
de isla Tortuga,
lugar de amplia
codicia,
donde las risas
y los cantos
y el vino sin apenas medida
desbordaban siempre
para llenarnos
de alegrías.

Rapararon en pocos días
nuestro bajel dañado,
la popa cosida a cañazos
y el timón
obtruido por doradas
y putrefactas
algas marinas.

Las estrellas no mienten
pero esta vez
sus falsos rayo confundió
nuestro destino.
Embarrancados seguíamos
sin comprender
los continuos engaños
de esa única
y resplandeciente luz
del firmamento.

Un jovencísimo grumete
fue quien dio la voz de alarma
y nos sacó de aquel
aturdimiento:
"¡Ese no es el norte!
¡Ese no es el norte!
¡Nos lleva a los arrecifes!,
¡A los arrecifes!.¡Allí nos espera,
impaciente,la muerte!".
Su desesperado grito
nos abrío por fin los ojos
y con la fría mar del Atlántico
nuestra dudas se despejaron,
pero el timón,
de nuevo,
quería ir a su deriva.
Y henos aquí,
en este trozo de tierra,
perdidos,
en algún lugar
de este inmenso océano.

En silencio,
areglaremos el destrozado
casco;
revisaremos los mapas,
afilaremos los puntiagudos garfios;
prepararemos los cañose
e hizaremos nuestro más
gallardo velamen,
y en la proa fijaremos
nuestro más preciado tesoro;
y en lo alto del palo mayor
ondeará,
como siempre,
nuestra bandera bicolor,
con su calavera y sus huesos
bajo el negro y blanco
de la rebelión.


UNA DE PIRATAS (J.M. Serrat)

Todos los piratas tienen
un temible bergantín,
>y medio plano de un botín
que enterraron a la orilla
de una playa en las Antillas.

Todos los piratas tienen
un lorito que habla en francés,
al que relatan el glosario
de una historia que no es
la que cuentan del corsario.
Ni tampoco lo contrario.

Por un quítame esas pajas
te pasan por la quilla.
Pero en el fondo
son unos sentimentales
que se graban en la piel
a la reina del burdel
y se la llevan puesta a recorrer los mares.

Marchando una de piratas...
Larga vida y gloria eterna.
Para hincarles de rodillas
hay que cortarles las piernas.
Todos los piratas tienen
atropellos que aclarar,
deudas pendientes y asuntos
de los que mejor no hablar.

Se beben la vida de un trago
y se ríen con descaro.
Hasta que un día,
temblando en la popa de un velero,
la encuentran, y
traicionando la ley del filibustero,
no reclaman el rescate
y rehuyen el combate.

Cuando los piratas son hombres enamorados
de una piel que huele a jazmines,
rompen promesas con sus hermanos de ayer
y huyen al amanecer rumbo a un puerto
que aún no ha puesto precio a su cabeza.

Marchando una de piratas...
Nadie doblegó su espada
y bastó una mujer hermosa
para cortarles las alas.

No hay historia de piratas
que tenga un final feliz.
Ni ellos ni la censura
lo podían permitir.
Por la espalda, en una esquina,
gente a sueldo los asesina.

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