Te delantan (I)
TE DELATAN (I)
Te vi caminando
de esquina a esquina
con el bolso entre las manos.
Hablando estabas
con aquéllos que se te acercaban
a pedir también algún cigarro...
Te ví
alejada de ti misma,
cercana a lo que en tus fantasías
siempre querías ser.
Y me fijé entonces
en tus mustios ojillos,
en tus lánguidas ojeras,
en tu maltrecha mirada;
y en tu boca,
tus agrietados labios,
tu lacónica y ahogada sonrisa
(tantas veces simulada);
y en tus hombros,
de los que tu esquelética clavícula
sobresalía,
y que de deseos de muerte gritaba;
y en tus caderas,
aún más cerradas por esta tuya
vida nueva;
y en tus piernas quejumbrosas,
donde tus obtusos y tortuosos andares,
de siempre,
seguían negándose
a conocer la dicha del baile.
Pero lo que más te delataba
seguían siendo tus manos,
con esos nudillos
que no cesaban de hablar
con tu garganta,
que apenas se toman un minuto
para no mentirse,
para no mentirte,
para no mentir.
(Sabía que seguías también enferma
pero no
hasta tal extremo).
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