30/10/05

Muriendo de melancolía

Muriéndose estaba de melancolía,
no hacíamos nada,
nada para evitarlo:
se lo había ganado a pulso
durante toda su vida.
Ahora,
con 77 años,
hablándo por los codos,
es decir,
sin hablar,
auxilio nos pedía.

Y la memoria vino a ellas,
primero,
a él después,
que no era él,
la oveja negra,
el espejo al que reflejar quería.

Y fue duro, muy duro
reconocer lo que había sucedido
hace años,
abundantes durante la
supuesta alegría.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

Morir de melancoía es para much@s un dulce suicidio. soñar que están soñando el sueño de sus vidas dormidas, no keriendo despertar al amanecer que cegarían sus ojos cerrados. Fue tan bonito el ayer que nada hoy sacia. Esclav@ del pasado. Amante de un fantasma. Triste, pero feliz mientras sueña. ¿Por ké despertarl@?